No hay duda de que la agricultura urbana es un fenómeno en alza, en patios, terrazas y balcones por parte de particulares, o mediante la cesión de suelo urbano en pequeñas parcelas para personas mayores u otros colectivos de ciudadanos. Por ahora es más bien una agricultura lúdica y de entretenimiento o, como mucho, de subsistencia en algunos momentos del año. Pero ya se empieza a plantear como una posible fuente de producción de hortalizas para comercializar, si se aprovecha bien el potencial que ofrecen los millones de metros cuadrados que hay en las azoteas de las ciudades.
De esto se ha hablado en el primero de los Diálogos Ambientales 2011, una serie de encuentros con expertos en sostenibilidad organizados por la Asociación Catalana de Ciencias Ambientales y la Sociedad Catalana de Ordenación del Territorio, filial del Instituto de Estudios Catalanes.
‘El cultivo agrícola en las azoteas de la ciudad puede ser un negocio’
Josep Ballesté, de la empresa Vertical Farming, ha explicado su proyecto de invernaderos para azoteas urbanas. Por ahora se encuentra en fase de diseño, pero ya tienen previsto montar unos invernaderos piloto en los edificios de la escuela de negocios ESADE de Sant Cugat y en el aeropuerto de Berlín. Se trata de una tecnología adaptada a los edificios, que se integra con los sistemas de energía y agua ya existentes, y con un diseño que respeta la línea arquitectónica de la ciudad, «lejos de las capillas de plástico de las zonas agrícolas como las del sur de España «.
Para evitar el peso, se usarían estructuras muy ligeras, y se haría una agricultura sin tierra, basada en sistemas hidropénicos y aeropénicos de alto rendimiento, y con criterios de cultivo ecológicos. «Podemos pasar de la ciudad verde a la ciudad fértil», afirmó Ballesté, que está convencido de que el cultivo en las azoteas puede tener varias vías de negocio, desde la producción para vender a través de mayoristas hasta la creación de espacios que podrían permitir al consumidor recoger los productos directamente.
Según los cálculos de la empresa Vertical Farming, ahora para garantizar la rentabilidad los invernaderos deben tener una superficie mínima de 2.000 metros cuadrados. Por eso se dirigen sobre todo, al menos de momento, a empresas que disponen de grandes edificios y que quieren añadir nuevas acciones de responsabilidad social corporativa, y también a las grandes superficies comerciales.
La duda es si los consumidores se decantarán por un tomate producido en la séptima planta de un centro comercial del centro de la ciudad, por ejemplo, en lugar de los que llegan del campo o los que se importan desde otros lugares más lejanos. Quizás la información detallada de la huella ecológica de cada uno de ellos y la posibilidad de tener productos cosechados en el punto óptimo de maduración para el consumo inmediato podrían decantar la balanza hacia la agricultura en las azoteas. Aunque, en cualquier caso, no se plantea nunca como una alternativa total a la agricultura actual, sino como un complemento parcial para públicos urbanos.
‘Hay que plantearse reconvertir parte de los espacios verdes de la ciudad en más huertos urbanos’
Por otra parte, Pep Ordóñez, responsable de la red Huertos Urbanos de Barcelona, ha explicado el funcionamiento de este sistema de cultivo en la ciudad. Actualmente hay huertos urbanos en todos los distritos de Barcelona, con un total de 13 espacios divididos en 340 parcelas de entre 22 y 30 metros cuadrados.
Las parcelas se sortean en concesiones de cinco años entre las personas mayores de 65 años que lo soliciten, y se les proporciona agua, en turnos de 15 minutos cada dos días, y un pequeño trastero donde dejar las herramientas. Los huertos urbanos son suelo municipal y los usuarios no pagan nada. Se trata, sobre todo, de dar un servicio a las personas mayores, pero también se utilizan para acercar la realidad agrícola a las escuelas, que pueden realizar visitas programadas. Últimamente, además, se han cedido algunas parcelas también a colectivos de personas en riesgo de exclusión social.
El éxito del proyecto es innegable: hay diez veces más solicitudes que parcelas, según explicó Ordóñez. Pero crecer es complicado, porque no hay mucho más terreno municipal, y el que hay, se destina mayormente a otros equipamientos. En opinión de Ordóñez, pero, hay que plantearse si sería factible reconvertir parte de los espacios verdes de la ciudad en más huertos urbanos, sustituyendo la jardinería decorativa por la producción agrícola y participativa.
[box]Fuente: Artículo escrito por Anna Boluda para Sostenible.cat[/box]